Marcelo Bianchi Bustos
Una de las principales demandas
de la sociedad al sistema educativo es que los alumnos lean. Este pedido forma
parte de un contrato entre la escuela y el entorno social y que es pensado
desde políticas microestructrales (en el seno de la propia institución y a
través de una diversidad de actividades de promoción de la lectura) hasta
macroestructurales (es decir, vinculadas con planes provinciales y nacionales).
Cuando se piensa en la lectura se
hace referencia no sólo a la escolar sino también a otra que sea capaz de
trascender la barrera de la escuela (que es sin dudas el gran objetivo de la
educación al lograr que los estudiantes puedan aplicar lo que se “aprende” en
las aulas en la vida que se desarrolla fuera de ella) para que forme parte de
la vida cotidiana de cada uno de los alumnos y que éstos sientan verdadero
placer al leer. Esta idea del placer lleva a pensar inmediatamente en la
cuestión del canon escolar, es decir en ese conjunto de obras que pueden ser
prescriptas por los ministerios, las escuelas o elaboradas por los propios
docentes y que forman el recorrido de lecturas que los alumnos realizan a lo
largo del tiempo.