Se están cumpliendo 102 años del inicio del Genocidio Armenio. Este proceso de terror, muerte , destrucción y silencio fue llevado adelante por el Estado Turco desde 1915 hasta 1923.
En el año 2015, a partir de acciones del C. I. I. E. de Pilar, en colaboración con el C. I. I. E. de Zárate, se realizó el Congreso Regional "Los Genocidios como Problemas Históricos. Reflexiones en torno a la Enseñanza", conmemorando el Centenario del Genocidio Armenio.
Resultó ser una actividad multiplicadora para difundir este tipo de problemática y el trabajo en las aulas de los distintos niveles. Participaron alrededor de 200 docentes.
Fueron oradoras centrales de este congreso las representantes del Equipo de Educación del Consejo Nacional Armenio (Buenos Aires), Lic. Carolina Karagueuzian y la Lic. Elizabeth Rizian.
También contamos con la presencia de la Magister Tália Meschiany, miembro del Equipo Técnico Central en el área de Historia de la Dirección de Formación Continua, profesora de la Universidad Nacional de La Plata, quien disertó en torno a la Shoá y su enseñanza en la escuela, como reconocida especialista. La Lic. Diana Hamra, parte del Equipo de Historia y Ciencias Sociales de la Dirección de Formación Continua y profesora de la Universidad Nacional de Avellaneda, quien expuso acerca del Genocidio de los Pueblos Originarios y afrodescendientes. Y disertó el Lic. Luis Alberto Messa, miembro del Equipo Técnico de Región 11 desde sus inicios, quien realizó un análisis del Terrorismo de Estado en clave local y personal. También expusieron docentes de los Distritos de Pilar y Zárate con experiencias en sus escuelas muy comprometidas.
Copiamos debajo un fragmento del artículo escrito por el Equipo de Educación del Consejo Nacional Armenio, Lic. Carolina Karagueuzian (Trabajo Social, UBA), el Prof. Juan Karagueuzian (Ciencias de la Educación, Universidad San Andrés), la Lic. y Prof. Julieta Puppo (Estudios Orientales, Universidad del Salvador), la Lic. Elizabeth Rizian (Psicología, UBA).
Este artículo es parte de la publicación que está en prensa como reflejo del Congreso Regional.
Resultó ser una actividad multiplicadora para difundir este tipo de problemática y el trabajo en las aulas de los distintos niveles. Participaron alrededor de 200 docentes.
Fueron oradoras centrales de este congreso las representantes del Equipo de Educación del Consejo Nacional Armenio (Buenos Aires), Lic. Carolina Karagueuzian y la Lic. Elizabeth Rizian.
También contamos con la presencia de la Magister Tália Meschiany, miembro del Equipo Técnico Central en el área de Historia de la Dirección de Formación Continua, profesora de la Universidad Nacional de La Plata, quien disertó en torno a la Shoá y su enseñanza en la escuela, como reconocida especialista. La Lic. Diana Hamra, parte del Equipo de Historia y Ciencias Sociales de la Dirección de Formación Continua y profesora de la Universidad Nacional de Avellaneda, quien expuso acerca del Genocidio de los Pueblos Originarios y afrodescendientes. Y disertó el Lic. Luis Alberto Messa, miembro del Equipo Técnico de Región 11 desde sus inicios, quien realizó un análisis del Terrorismo de Estado en clave local y personal. También expusieron docentes de los Distritos de Pilar y Zárate con experiencias en sus escuelas muy comprometidas.
Copiamos debajo un fragmento del artículo escrito por el Equipo de Educación del Consejo Nacional Armenio, Lic. Carolina Karagueuzian (Trabajo Social, UBA), el Prof. Juan Karagueuzian (Ciencias de la Educación, Universidad San Andrés), la Lic. y Prof. Julieta Puppo (Estudios Orientales, Universidad del Salvador), la Lic. Elizabeth Rizian (Psicología, UBA).
Este artículo es parte de la publicación que está en prensa como reflejo del Congreso Regional.
“Genocidio de los Armenios: 100 años de lucha contra la negación y el olvido”
Sobre el delito de Genocidio y la singularidad del
caso armenio
Los Estados genocidas en forma
coincidente concentran en su núcleo ideológico características donde evidencian
grandes cercanías entre ellos, reafirmando la teoría de ejecución de procesos
similares en distintos tiempos. Encontramos dichos puntos de conexión en sus
condiciones; Estados todos ellos, xenófobos, racistas, discriminadores, que
inventan una “razón de Estado” que justifique su accionar. Hablamos de una
justificación absurda, con un valor ético muy particular y que encuentra en sus
fundamentos cuestiones denominadas “superiores”, de “necesidad” o de “fuerza
mayor”. Así el Estado toma decisiones supuestamente vitales para su
supervivencia o para la protección de “todos”.
En este contexto cobra relevancia
reflexionar sobre las lógicas genocidas desde el punto de vista de las
prácticas sociales discriminatorias. Comprender cómo pensamos y procesamos la
otredad en nuestra cultura y analizar qué prácticas conducen, en el extremo, a
legitimar las diversas formas de sometimiento y de violencia, que pueden
culminar en los aniquilamientos implicados en todo genocidio.
Es imprescindible, en este
sentido, repensar los genocidios desde la óptica de las relaciones sociales,
visibilizando la discriminación, la xenofobia y el racismo en que se funda su
ideología, cuestionando los prejuicios y estereotipos que se utilizan para
profundizar la construcción del otro como inferior, como amenaza o como
enemigo.
Si bien
la definición de genocidio y su condena internacional se
originó tras las atrocidades cometidas contra judíos, gitanos y otras
poblaciones victimizadas por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, la
génesis del concepto de genocidio se
relaciona con el exterminio de los armenios durante los años 1915-1923. Las
primeras reflexiones del jurista polaco de origen judío, Raphael Lemkin, quien acuñó
el término genocidio y contribuyó a la redacción de la Convención para la
Prevención y la Sanción del delito de Genocidio de las Naciones Unidas (1948),
tuvieron como tópico central el crimen cometido por las autoridades del Imperio
turco otomano en desmedro de la población armenia (Dadrian,2004:5).
Para abordar la singularidad en
el caso armenio debemos tener en cuenta que los orígenes de la nación armenia
se remonta a épocas muy antiguas, en el III milenio a.C. al sur de los montes
Cáucaso, en la región de Asia Menor. Por
su ubicación estratégica a lo largo de su historia, el pueblo armenio sufriría
invasiones de distintas fuerzas imperiales, provocando importantes procesos de
desarraigo y dispersión de su población. Asi, hacia finales del siglo XIX, la
población armenia quedaría dividida en tres partes pertenecientes a los
imperios turco otomano, zarista y persa.
Los armenios
que habitaban en el imperio turco otomano constituían una minoría al igual
que griegos, judíos,
árabes cristianos. La condición de estas minorías pasó a ser la de súbditos que pagaban tributos al interior de un régimen de dominación que basaba
su poder en las prescripciones
del Islam. La inferioridad impuesta a la minoría armenia implicaba
una masa de
prejuicios y prácticas discriminatorias que
se agravaban más
aún por impedimentos legales.
La masacre
de armenios bajo el Imperio turco otomano, tanto en tiempo de los sultanes como
posteriormente con los Jóvenes Turcos, responsables de la planificación y
ejecución del genocidio iniciado en 1915, y prolongado hasta los inicios de la
nueva república fundada por Mustafa Kemal, interrumpió dramáticamente cualquier
posibilidad de desarrollo normal de la sociedad, particularmente para los
armenios. La estigmatización de los armenios hasta convertirlos en “la razón de
todos los males” de la sociedad llevó a las más terribles aberraciones.
En enero de
1913, tras la derrota turca en las guerras balcánicas, se agudizó la crisis
territorial del imperio. Un grupo de opositores al sultán con una
orientación ultranacionalista,
denominados “Jóvenes Turcos”, que habían llegado al poder derrocando al sultán,
proyectaron deshacerse de la Cuestión armenia, con la aniquilación total de su
nación, y de esa manera avanzar en la creación de un imperio panturquista que
se concretaría con la unificación de las poblaciones de origen turco ubicadas
en el Cáucaso y más allá del Mar Caspio.
A los
asesinatos en masa, le sucedieron como práctica sistemática la apropiación y sustitución de identidades
de niños y mujeres en estado de absoluta vulnerabilidad y finalmente, el
despojo patrimonial. Sobre estos elementos se fundó la moderna República de
Turquía laica y occidental y así se completó uno de los momentos más
significativos del proceso de limpieza étnica.
La negación enfática y
persistente adoptada
por las autoridades turcas inmediatamente posterior a los hechos y continuada
por los sucesivos gobiernos turcos hasta la actualidad, la falta de reconocimiento
sobre el crimen, la impunidad de los perpetradores y el silenciamiento del
mundo tuvo consecuencias en la transmisión y causó que el genocidio armenio no
tuviera presencia significativa en la
memoria de la humanidad.
La política estatal negacionista
tuvo efectos en la sociedad turca, que fue conminada a mantener silencio sobre
el Genocidio Armenio y sobre la usurpación territorial. Para tal fin, el Estado
creó instituciones y leyes restrictivas que buscaban evitar toda posibilidad de
confrontación. La dinámica de la impunidad obstaculizó la transmisión y volvió
imposible la resignificación del pasado a través de un abordaje crítico de la
historia.
Hasta la actualidad, reconocer la
existencia del Genocidio Armenio en Turquía configura un delito según el código
penal de ese país por considerar que su sola mención “denigra la identidad turca”. ( Artículo 301
del código penal turco). De esta forma,
el negacionismo continúa cobrando víctimas y limitando la libertad de
expresión en ese país.
Orhan Pamuk, Elif Shafak, Taner
Akcam y Ragip Zarakolu, son los exponentes de escritores, investigadores y
periodistas que asumieron grandes riesgos por posiciones a favor del reconocimiento
del Genocidio Armenio y en algunos casos enfrentaron procesos judiciales y
prisión efectiva. A estos nombres es imposible no sumar a Hrant Dink,
periodista de origen armenio ciudadano turco asesinado en 2007. Su asesinato causó un gran impacto en algunos
sectores de la sociedad turca que reclaman por derribar ese muro de silencio y luchan
por el respeto a los derechos humanos de otras minorías, como por ejemplo los
kurdos, que viven en Turquía.
El
proceso de construcción de la memoria colectiva armenia post genocidio
El pueblo armenio,
siendo
víctima de un genocidio, se ha visto obligado durante más de un siglo a llevar
adelante una lucha silenciosa en la cual la transmisión de su memoria a las
nuevas generaciones, dispersas por casi todo el mundo tras el refugio de los
sobrevivientes, ha sido la clave para mantener su identidad y la reivindicación
de justicia.
Las comunidades
armenias postgenocidio afrontaron en condiciones de extrema vulnerabilidad el
proceso de construcción de la memoria del hecho
traumático. Ese proceso fue fuertemente condicionado por las características de
la población sobreviviente y afrontó tres etapas.
En la primera,
que llamamos memoria traumática, se estableció un relato hegemónico
de los hechos ocurridos de los que había sido víctima el pueblo armenio, que
reservaba para las víctimas el papel de mártir y para el victimario el carácter
de monstruosidad. Podemos decir que la identidad armenia en el exilio se
reconstruyó sobre la base del trauma ocasionado por el genocidio, y que tuvo
como características la radicalización del espíritu nacionalista en general y
antiturco en particular, y el silencio de las víctimas sobrevivientes. Estas,
en general, no contarán sus penas, por lo que las comunidades establecerán un
relato hegemónico del genocidio armenio, marcado por el martirio, el sacrificio
y la religiosidad, pero que no reflejaba necesariamente las historias de las
víctimas.
En
este sentido podemos mencionar por ejemplo los relatos de las jóvenes mujeres
armenias esclavizadas en harenes turcos durante el genocidio armenio y
rescatadas en los años sucesivos a la Primera Guerra Mundial. Estas mujeres que
atravesaron esa situación traumática,
fueron “marcadas” en el cuerpo a través de tatuajes en las manos y sus
rostros, guardando silencio sobre esas experiencias vividas.
Sumado
a lo traumática de la experiencia sufrida, la dedicación plena al trabajo
debido a las condiciones de pobreza en las que vivirán las comunidades en las
primeras décadas de exilio, un manto de silencio y de duelo cubrirá la recordación del crimen genocida,
restringiendo durante décadas el ejercicio de la memoria armenia
al ámbito comunitario cerrado.
Recién
la segunda generación de armenios, hija de los sobrevivientes, hará explícito
el dolor y vehiculizará reclamos hacia el exterior de las comunidades. En la segunda
etapa, que denominamos memoria activa, las
comunidades mantienen el relato hegemónico pero con la variante de expresarlo
“hacia afuera”, instaurando sólidas y ritualizadas formas de conmemoración que
perseguían el objetivo de afirmar la identidad diaspórica.
Alrededor del cincuentenario surgieron algunos
hitos de la
lucha por el
reconocimiento del genocidio. Es
en esta etapa cuando los
armenios en diversas partes del mundo comenzarían a materializar una lucha
activa contra el silencio y la negación en la búsqueda del reconocimiento de
este crimen impune por parte de la comunidad internacional, la opinión pública
y las organizaciones de Derechos Humanos.
En primer lugar,
se inauguraría en
Yereván, capital en
ese entonces de
la República Socialista Soviética
de Armenia, el primer monumento de conmemoración: el Dzizernagapert (Etim.
Muralla de las Golondrinas). En el año 1965, la República Oriental de
Uruguay se convertía en el primer Estado
en el mundo
en reconocer oficialmente
el genocidio contra
los armenios. Este reconocimiento del genocidio armenio sería el primero de muchos que se sucederían a nivel internacional por parte de
Parlamentos, Estados y organismos internacionales.
Una tercera
etapa surgiría tras la recuperación de la democracia en la Argentina e
intentará desarmar la trama hegemónica abriendo nuevos caminos de
interpretación y de construcción de las memorias del genocidio. Este tercer
momento, denominado “memorias del
genocidio”, se caracterizó por el modo en que la Causa Armenia se insertó
en el movimiento de Derechos Humanos de la Argentina, la comparatividad con otros genocidios y las
nuevas dinámicas, atomizadas y diversas, de difusión y transmisión de la experiencia
por parte de la tercera y cuarta generación.
Es
en este momento que podríamos enmarcar el surgimiento de distintas experiencias
educativas mencionadas en la introducción de este trabajo que permitieron
repensar la transmisión de estas experiencias traumáticas en la escuela.
Pero la
construcción de esta memoria sobre el genocidio armenio debe ser analizada bajo
el prisma de los distintos momentos políticos
que atravesó nuestro país
fundamentalmente en lo que refiere a la cuestión de los derechos humanos.
Es así que se entiende la ausencia de este tema en la prensa argentina entre
los años 1976 y 1978 mientras se instauraba
el Terrorismo de Estado en nuestro país y en la región.
Así también puede explicarse que con el advenimiento de la democracia en
nuestro país a partir del año 1983, amplios sectores de la dirigencia política
asumieran el compromiso de acompañar los reclamos de una comunidad que luego de
dos generaciones en el país formaba parte del mosaico intercultural de la
sociedad argentina.
Las sucesivas declaraciones y resoluciones
parlamentarias a nivel nacional y provincial, junto con el reconocimiento
público del presidente de la Nación, Raúl Ricardo Alfonsín ante la comunidad
armenia de la Argentina en septiembre de 1987, marcaron un hito en la postura
argentina frente a la cuestión.
Este compromiso asumido por la Argentina se vería
reflejado también en lo que fueron dos de los reconocimientos más importantes
en instancias internacionales. Nos referimos a la declaración del Tribunal Permanente
de los Pueblos, que reconoció el genocidio de los armenios en abril de 1984 con
destacada labor del argentino Premio Nobel
de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. Y un año después, el reconocimiento por
parte de la Subcomisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que contó
con la activa participación del experto argentino y relator ante las Naciones
Unidas, Leandro Despouy, junto a otros juristas argentinos como Hipólito Solari
Yrigoyen.
Sin embargo, ese camino por el reconocimiento
tendría un retroceso en la década del noventa, cuando el entonces Presidente de
la Nación vetara una ley que había sido sancionada por unanimidad en el
parlamento. Dicha ley declaraba el 24 de Abril, fecha que se conmemora en todo
el mundo el genocidio armenio, como “Día de Lucha y Repudio contra la
Discriminación del Hombre por el Hombre” en homenaje a todos los seres humanos
víctimas de la discriminación y la intolerancia.
La apertura de una nueva etapa en la lucha por los
Derechos Humanos en la Argentina a partir de 2003, marcada por la derogación de
las leyes de impunidad, la posibilidad de continuar con los juicios a los
genocidas, y la incorporación en la agenda del Estado del discurso y reivindicaciones
de los organismos de Derechos Humanos, dieron el marco propicio para que la
comunidad armenia en nuestro país pudiese imaginar que sus viejos anhelos
políticos de reconocimiento del genocidio podían concretarse.
La sanción de la Ley Nacional 26.199 (publicada en
el Boletín Oficial el 15/1/2007), durante el gobierno del Presidente Néstor
Kirchner, cuyo artículo 1º dispone: “Declárese el día 24 de Abril de todos los
años como “Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos” en
conmemoración del genocidio de que fue víctima el pueblo armenio y con el
espíritu de que su memoria sea una lección permanente sobre los pasos del
presente y las metas de nuestro futuro”, consecuente con la política sobre
Derechos Humanos que se desarrollaba en el país, puso a la Argentina a la
vanguardia del reconocimiento internacional junto a Uruguay; Francia, las
Naciones Unidas y el Parlamento Europeo.
Construyendo
memoria desde la escuela: Resignificando las conmemoraciones
En los últimos años hemos asistido en nuestro país
a un progresivo esfuerzo de promover la transmisión, en el ámbito educativo y
en otros espacios públicos, de contenidos referidos al Terrorismo de Estado y
ejes vinculados al pasado reciente con el fin de construir espacios compartidos
de indagación y pensamiento en relación con la Memoria, la Verdad, la Justicia
y los Derechos Humanos.
En nuestro país el trabajo realizado por más de 30
años por los Organismos ha tenido un rol central en la definición misma de los
Derechos Humanos y en su interpretación en el contexto argentino. Las
organizaciones de derechos humanos, sociales y políticas han logrado instalar
en la sociedad la lucha por la Memoria, la Verdad y Justicia “anclada en una
convicción indiscutida de que solo a través del recuerdo permanente de lo
ocurrido en la represión se puede construir una barrera contra la repetición de
atrocidades similares. Una certidumbre de que el Nunca más en el futuro se deriva del recuerdo del pasado
traumático”( Jelin, E
2002: 551).
Sin dudas,
otras experiencias de transmisión de hechos dolorosos y traumáticos, como el
Holocausto judío o la última dictadura cívico-militar, han sido de gran ayuda
para reflexionar sobre cómo ha sido la transmisión de la experiencia armenia en
el ámbito escolar, que en los últimos años comenzó a ser abordada fuera del
ámbito comunitario armenio, planteando nuevos interrogantes sobre los
contenidos a transmitir y cómo hacerlo.
Es así
que se comienza a trabajar en programas colaborativos entre escuelas públicas y
escuelas de la colectividad armenia de Buenos Aires, proyectos institucionales
interdisciplinarios y talleres en escuelas secundarias, que posibiliten
pensar los puntos que tienen en común estos procesos y analizar los contextos históricos y los
discursos que alientan la discriminación, como elementos que gestan escenarios
propicios para que se cometan crímenes de lesa humanidad.
Una primera resolución del año
1996 incluyó por primera vez el tratamiento del Genocidio Armenio en los
contenidos curriculares de las escuelas dependientes de la entonces Secretaria
de Educación de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Esta resolución
del Consejo Deliberante posibilitó que la Subsecretaria de Derechos Humanos de
la Ciudad de Buenos Aires junto al Consejo Nacional Armenio, publicara un
cuadernillo con contenidos teóricos y
didácticos para docentes y alumnos de todas las escuelas públicas y privadas de
la ciudad.
Sin lugar a dudas la promulgación
en la República Argentina en el año 2007 de la
Ley Nacional 26.199, que declara el 24 de abril como “Día de acción por la
tolerancia y el respeto entre los pueblos”, en conmemoración del genocidio de
que fue víctima el pueblo armenio, fue un hecho fundamental que permitió que
diversas provincias de nuestro país se adhirieran a incorporar en el calendario y currícula escolar esta fecha
para recordar y problemática a abordar en las aulas. Así lo han hecho la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, (24 de Octubre de 1996 y 13 de septiembre de
2007), la Ciudad de Córdoba (14 de Diciembre de 2005) y las provincias de
Córdoba (23 de Diciembre de 2008), Buenos Aires (16 de Abril de 2008) y Santa
Cruz (30 de junio de 2010).
Sin embargo, la reflexión acerca de la enseñanza del genocidio armenio y
la transmisión de la memoria del pueblo armenio en el ámbito educativo se
encuentra en pleno proceso de construcción en términos de qué transmitir,
cómo transmitirlo, de qué maneras, con qué recursos.
En la última década en nuestro país, la política de Estado desarrollada
para garantizar la memoria, la verdad y la justicia se convirtieron en pilares
de lo que entendemos por democracia en nuestro país, marcando un límite ético
frente a la imposibilidad de construirnos como Nación sobre la negación y el
olvido.
El compromiso asumido por quienes condujeron ese proceso, que permitió desarrollar
políticas educativas que aborden la temática de la Memoria en la escuela, llevaron
a trabajar conjuntamente con el Ministerio de Educación de la Nación a través de su programa
Educación y Memoria.
Durante estos años se editaron
materiales didácticos para el portal educ.ar; el libro “Holocausto y otros
Genocidios del siglo XX”; el curso virtual para docentes sobre Genocidios en el
marco del programa Nuestra escuela y producciones audiovisuales junto a Canal
Encuentro.
En el año 2015 en el marco del
Centenario del Genocidio Armenio se presentó el libro en versión impresa y
digital "Genocidio Armenio.
Preguntas, respuestas y propuestas para su enseñanza" que fue presentado
por el Ministro Alberto Sileoni junto a un capitulo de Zamba sobre Genocidios y Memoria realizado por Canal Encuentro.
A
cien años del Genocidio continua la lucha por el reconocimiento y la reparación
El genocidio perpetrado contra los
armenios y otras minorías del Imperio tuco otomano no es una cuestión de la
historia. Como hemos visto los alcances y consecuencias trascienden cualquier
época y, desde un punto de vista del derecho penal internacional, el crimen de
genocidio es un crimen imprescriptible.
Si bien la asunción de la
responsabilidad estatal del crimen de
parte de Turquía y su correspondiente reparación no se ha logrado aún, la
experiencia armenia es reconocida como
uno de los acontecimientos más atroces de la historia de la Humanidad y
también como una de las luchas más significativas de resistencia al olvido.
Es por eso que cobra relevancia el símbolo elegido por la República de
Armenia y la diáspora para evocar el centenario del Genocidio Armenio: la flor
No me olvides, bajo el lema “Recuerdo/Memoria
y reclamo”.
En este símbolo que acompaño todos
los actos que se realizaron durante el año 2015 ,tanto en Armenia como en el
resto del mundo, están representadas las doce columnas de piedra del Monumento
al Genocidio de Dzidzernagapert, ubicado en Ereván ( Capital de Armenia), que
simbolizan las provincias armenias que fueron arrasadas durante el genocidio,
mientras que los cinco pétalos invocan a los cinco continentes donde los
armenios encontraron refugio después del genocidio, dando creación a la gran Diáspora
armenia.
Pensamos
en procesos de construcción de Memorias,
que permitan resignificar espacios, recuperar historias y relatos,
condenar otras prácticas genocidas y generar el encuentro con el otro
valorizando la diversidad.
Siguiendo
a Todorov, “El uso ejemplar [de la
memoria] […] permite utilizar el pasado con vistas al presente, aprovechar las
lecciones de las injusticias sufridas para luchar contra las que se producen
hoy día, y separarse del yo para ir hacia el otro” ( Todorov, 2000).
Junto
a la Memoria, está el Reclamo, indisoluble para aspirar a la justicia que
incluya procesos de reparación orientados a alcanzar una justicia
integral para el Genocidio de los armenios. Entendiendo que la impunidad
respecto de este tipo de crímenes representa un daño para toda la humanidad. No
sólo es injusto para las víctimas que no han sido debidamente reparadas sino
que esa impunidad deja abierta la posibilidad a que estas tragedias se repitan.
Es por eso que consideramos que el
centenario del genocidio armenio debe servir para reflexionar sobre el
genocidio como una práctica racista institucionalizada que continua cobrándose
millones de víctimas en todo el mundo.
Así como la trágica experiencia armenia
llevó a que algunos años después se tipificara el delito de genocidio,
continuar con la lucha por el reconocimiento y reparación del genocidio armenio
permitirá avanzar en la construcción de mecanismos cada vez más eficaces para
la prevención de prácticas genocidas y la aplicación de los instrumentos
internacionales. Pero al mismo tiempo, para
prevenir las graves violaciones a los derechos humanos y otros
genocidios, es condición necesaria la incorporación plena de estas temáticas en
la agenda de los Estados y de movimientos sociales en todo el mundo.
Sugerencias para el trabajo en las escuelas
Ministerio de Educación de la Nación (2015) Genocidio Armenio. Preguntas, respuestas y
propuestas para su enseñanza
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