Prof. Ignacio D´Asero
Estamos transitando los doscientos años de la creación de la Bandera Nacional; el símbolo que nos identifica instantáneamente como argentin@s. Los colores que recorren toda la Historia de nuestro país.
En este contexto, nos encontramos con
docentes del Nivel Primario del Distrito de Pilar para reflexionar y generar
experiencias de aprendizaje que nos involucren con este símbolo tan querido y
con el cual nos referenciamos permanentemente, dándole vigor y resignificando
nuestra Bandera Nacional.
Para iniciar el análisis, reflexionamos en
torno al concepto de Nación a partir de la noción elaborada por
Benedict Anderson de comunidades
imaginadas. Compartimos distintas nociones y variados
conceptos para generar una mirada desnaturalizadora de la nacionalidad,
considerándola una construcción histórica, colectiva, dinámica y conflictiva,
surgiendo así numerosos casos actuales y pasados que evidencian la movilidad del
concepto.
En este punto, enlazamos la creación de los
Símbolos Nacionales con la conceptualización de Eric Hobsbawm acerca de las tradiciones inventadas.
Para esto, nos dedicamos a historiar nuestra Bandera Nacional y cómo
recorriendo esta Historia de la Bandera y sus rituales podíamos recorrer la
Historia Argentina en su complejidad.
Nuestro objetivo fue repensar la construcción del Símbolo a la par que
se construye la Nación. A continuación,
compartimos parte del material utilizado en el Encuentro.
Breve historia de la Bandera Nacional
La Bandera
Nacional fue creada por el abogado, convertido en general por necesidad, Manuel
José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, uno de los máximos representantes
de los valores y la lucha revolucionaria abierta el 25 de Mayo de 1810. Esa Bandera se izó por primera vez en las
barrancas del río Paraná en Rosario el 27 de febrero de 1812.
En una carta le
informó al Triunvirato sobre la creación de la Bandera:
“…He dispuesto
para entusiasmar a las tropas, y estos habitantes, que se formen todas
aquéllas, y hablé en los términos de la copia que acompaño.
Siendo preciso
enarbolar bandera y no teniéndola la mandé hacer blanca y celeste conforme a
los colores de la escarapela nacional, espero que sea de la aprobación de V.
E….” Carta
al Triunvirato anunciando la creación de la Bandera.
Belgrano mismo
había pedido autorización para usar la Escarapela, de la cual tomó los colores:
“…Parece que
es llegado el caso de que V. E. se sirva declarar la escarapela nacional que
debemos usar, para que no se equivoque con la de nuestros enemigos y no haya
ocasiones que puedan sernos de perjuicio, y como por otra parte, observo que
hay cuerpos de Ejército que llevan diferente, de modo que casi sea una señal de
división, cuyas sombras, si es posible, deben alejarse…” Carta de
Manuel Belgrano al Triunvirato, en febrero de 1812. Finalmente, dicha autoridad permitió el uso
de la escarapela.
Lamentablemente,
el Triunvirato (con inspiración rivadaviana) reprendió a Belgrano por la
Bandera; fiel a su disciplina, el abogado – general aceptó ocultarla.
El General José de San Martín tomó los colores de la Bandera izada y
guardada para su Ejército de los Andes, reconociendo el valor de Belgrano en
todos los planos posibles. Finalmente,
la Bandera fue aprobada el 25 de febrero de 1818, estableciéndose dos
versiones: “bandera mayor o de guerra”,
con el sol en el centro, y “bandera menor”, sin sol.
La Bandera y los rituales
Frente a la
llegada masiva de inmigrantes, quienes traían consigo sus costumbres y
banderas, el presidente Domingo F. Sarmiento (a quien fastidiaban en particular
los italianos y sus fiestas) decretó, en mayo de 1869, que “…los días de
conmemoración patriótica…” se festejen “…con la bandera mayor…” (Bertoni; 1992)
en los edificios públicos. De esta
manera, se empieza a configurar la ritualización de las fiestas patrias y se
pauta una reglamentación para el uso de este símbolo magno.
Para abril de
1884, el presidente Julio A. Roca estableció una profunda división al asignar
la “bandera mayor” a las instituciones oficiales y Fuerzas Armadas; un corte
que se mantendrá durante un siglo.
En el decreto
N° 10302, abril de 1944, se confirmó que:
“…Tienen derecho a usar la Bandera Oficial el Gobierno federal, los gobiernos
de provincias y gobernaciones. Los
particulares usarán solamente los colores nacionales en forma de bandera sin
sol, de escarapela o de estandarte…”
Durante la
última Dictadura, en noviembre de 1978, una resolución firmada por el Gral.
Harguindeguy decía que: “…La
institución educativa ha sido alcanzada y afectada por la prédica y el accionar
de nefastas tendencias ideológicas, cuyo objetivo es la destrucción progresiva
de los principios y valores que sustentan y definen la argentinidad…” (Resolución 1635/78).
Y considerando que “…Los Símbolos Nacionales son la exteriorización
representativa de todo lo que constituye, caracteriza y define a la Nación y la
identifican como tal en el contexto mundial…”; la Dictadura resolvía que “…La
irrespetuosidad o irreverencia a los Símbolos Nacionales (…) implican un ataque
a la esencia misma de la argentinidad…”.
Se encomendaba a docentes y directivos de escuelas que hicieran cumplir
un estricto respeto a los Símbolos, y nadie (menos los alumnos y las alumnas)
podía negarse a llevar la Bandera o cantar el Himno.
En esos años, donde el autoritarismo penetraba todas las esferas de la
sociedad argentina, ciertos sectores pretendieron apoderarse de los Símbolos
Nacionales significándolos según sus intereses y su ideología, justificando su
accionar represivo.
Con la recuperación de la democracia, una nueva resolución en 1984,
acentuando el carácter cívico y democrático que debe tener la educación,
modificaba lo anterior y establecía que los alumnos podían renunciar al honor
de llevar la Bandera por motivos religiosos.
Esto, siempre y cuando, el alumno mostrara actitud de respeto. Esta posibilidad, que no implica reivindicar
la renuncia, abre un camino de resignificación del símbolo, reconociendo desde
lo normativo las diferentes opiniones y opciones.
1916, Buenos Aires: Isadora
Descalza,
desnuda, apenas envuelta en la bandera argentina, Isadora Duncan baila el himno
nacional.
Una noche
comete esta osadía, en un café de estudiantes de Buenos Aires, y a la mañana
siguiente todo el mundo lo sabe: el
empresario rompe el contrato, las buenas familias devuelven sus entradas al
Teatro Colón y la prensa exige la expulsión inmediata de esta pecadora
norteamericana que ha venido a la Argentina a mancillar los símbolos patrios.
Isadora no
entiende nada. Ningún francés protestó
cuando ella bailó la Marsellesa con un chal rojo por todo vestido. Si se puede bailar una emoción, si se puede
bailar una idea, ¿por qué no se puede bailar un himno?
La libertad
ofende. Mujer de ojos brillantes,
Isadora es enemiga declarada de la escuela, el matrimonio, la danza clásica y
de todo lo que enjaule al viento. Ella
baila porque bailando goza, y baila lo que quiere, cuando quiere y como quiere,
y las orquestas callan ante la música que nace de su cuerpo.
Memoria del fuego / El siglo del viento
¿Alguien se ofendería hoy por Messi envuelto en la Bandera Argentina?
Algunas
conclusiones para reanimar la reflexión
Hoy por hoy, consideramos a la Nación Argentina como un colectivo en la
diversidad, múltiple, democrático e inclusivo; en este mismo sentido, pensamos
que resignificar los Símbolos Nacionales para que incluyan a tod@s quienes
habitan este suelo es tarea de la Escuela, enseñando que la Bandera Argentina
fue pensada como símbolo de libertad e igualdad; y entonces, tomar a estos
colores como signos de una Nación cada vez más libre e igualitaria, en
construcción permanente.
Bibliografía
Anderson, Benedict; Comunidades Imaginadas.
Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo; México; FCE;
1993.
Bertoni, Lilia Ana; “Construir la
Nacionalidad: Héroes, Estatuas y Fiestas
Patrias, 1887 – 1891”; Buenos Aires; Boletín Nº 5, Inst. de Hist. Arg. y
Americana Dr. Emilio Revignani; FCE; 3ª Serie; 1º Semestre 1992.
Chiaramonte,
José Carlos; Art. periodístico Clarín, 8 de septiembre de 1998. Tribuna Abierta ¿En qué consiste hoy el
“ser nacional de los argentinos?
Corvalán Mendilaharsu, Dardo; Los
Símbolos Patrios. Bandera – Escudo –
Himno Nacional; Buenos Aires; Academia Nacional de la Historia; 1944.
Galeano, Eduardo; Memoria del Fuego. El
Siglo del Viento; Buenos Aires; Catálogos; 2007.
Goldman, Noemí – Directora; Nueva Historia
Argentina. Revolución, República,
Conferderación. (1806 – 1852); Buenos
Aires; Ed. Sudamericana; 1998. Tomo III.
Halperín Donghi, Tulio; Proyecto y
construcción de una Nación (Argentina 1846 – 1880); Caracas; Biblioteca de
Ayacucho; 1980.
Hobsbawm, Eric; La Invención de la Tradición;
Barcelona; Crítica; 1983.
Romero, Luis Alberto – Comp.; La Argentina en
la escuela. La idea de nación en los textos escolares; Buenos Aires; Siglo
XXI; 2004.
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