Mgter. Mariel Rabasa y Mgter. Marcela Ramírez
La poesía no alude más que a sí misma,
sopla donde quiere y es preferible que no forme parte del temario
sino del recreo, que se integre más en el juego que en la
instrucción
María Elena Walsh
Cuando se presenta poesía en la
escuela -en líneas generales- se piensa en propuestas cuyo objetivo está lejos
de promover la discusión y el intercambio acerca de los sentimientos de los
niños al leerla o de las interpretaciones que surgen después de su lectura en
relación con el espesor de las palabras, de las ideas. Por el contrario, se
suele trabajar a partir de una breve descripción y de las características
formales de la poesía para luego evaluar la métrica, la forma y los recursos,
siempre cercanos a los estereotipos. En este punto es necesario revisar qué
hacer con la poesía en la escuela.
Para muchos la poesía tiene un sentido
activo e inquieto, intenso y cambiante,
como una caricia que aunque suave, sabemos que deja huellas, o un arado que
marca la tierra, aunque no lo haga siempre parejo. La poesía inaugura
también silencios variados. Algunos de
ellos se manifiestan en la visibilidad
del espacio que la materializa, por ejemplo, en la disposición gráfica de los
poemas; a veces un silencio de lo que el poema omite por la deliberada
selección de los términos; otro, relacionado con el modo de leer, con la puesta
en acto tan diversa en relación con el lector; o bien un silencio que la
escuela no suele habilitar: aquel que le sucede al acto de lectura privada o
pública. Silencios diversos y necesarios
para resignificar en las aulas que no quieren decir “una nada” sino un proceso,
un movimiento interno, inquietante. En esa vivencia del murmullo interior, el
lector queda prendado de la palabra
poética y retoma sentido que no siempre
se oraliza, y mucho menos se acerca a la respuesta de un cuestionario.
Acerca del silencio Luis Gruss
manifiesta que “la revalorización del silencio como signo comporta uno de los
actos más singulares y menos estudiados
del espíritu moderno. Lo no expresado pertenece al sistema del habla y se
incluye naturalmente en la teoría de la semiótica general.” La poesía es parte
del silencio en su entramado, y también
es necesario que ocurra ese silencio en las experincias compartidas de lectura
porque podremos hablar si antes hubo un
“umbral de silencio”. El lenguaje -que no puede contener al universo- invita al
poeta a pensar las palabras, y al lector, a saborarlas porque la necesidad de
selección y economía -la necesidad de
esos espacios de silencios- no son vacíos sino que tienen tanto peso como en la música. Por
lo tanto el poema en ese espacio contrito de lo dicho y no dicho es el que alumbra
y vislumbra.
Para ejemplificar mencionaremos dos
obras en las que el proceso poético se evidencia y esta resignifiación del silencio cobra plenitud de sentido.
Un poema para
curar a los peces, de Jean-Pierre Simeón y
Olivier Tallec (Kókinos)
En esta obra el protagonista está
preocupado por el aburrimiento de su pez...y para que el pez no se muera (aclara
rápidamente para que no se muera de aburrimiento) la propuesta de su madre de
buscar un poema deviene como la mejor
opción. La búsqueda es un recorrido en el que las definiciones sin precisión
teórica lo acompañan y van generando silencios e instersticios que le servirán
para construir su poema en función de lo oído; esto permitirá que el pez se
reconozca poeta y sea quien le regale silencio como poema, como
manifestación artística.
Quiere a ese
perro, escrito por Sharon Creech e ilustrado por Alejandro
Magallanes (FCE)
La obra desarrolla el proceso de
creación poética del protagonista, previo al
proceso que transcurre desde
la negación a la apropiación del
género, ya que considera que la lectura
de poesía no es para niños. La lectura y
escritura de poesía recobran un nuevo sentido durante sus experiencias en el
ciclo lectivo. El protagonista va percibiendo el modo en que la experiencia
consuetudinaria con lo poético le permite sentir las palabras, su modo de retumbar...
Como lectoras solitarias, amigas de
lectores, como lectoras docentes –la que más nos ocupa y preocupa- vivenciamos
la experiencia poética. En este último rol, cuando en las aulas leemos, discutimos, cuando proyectamos para otros
posibles auditorios que dependen de ese maestro en formación o maestro que se
capacita, quisiéramos que la poesía -y el modo de leerla- fuera fundacional.
Nuestra propuesta se extiende en dos
sentidos. El primero está en relación con pensar cómo generar un corpus de textos
poéticos para leer con los niños; el segundo, cómo acercar a los niños a esa
poesía. Proponemos andar por las orillas, entendido esto como el modo de
aproximación a lo poético no desde el estereotipo que la encierra en rima y la
acerca a la efemérides sino en estas nuevas orillas que han expandido las aguas
poéticas. La poesía tradicional entendida en los términos que la reducían a la
marcación dentro de los límites de
musicalidad del lenguaje ha dejado con claridad sus huellas, y pretendemos
avanzar, seguir unos pasos más sobre estas arenas, abriendo una interesante
mirada: el verso libre dentro del género en el espacio de la literatura para
niños.
Recorrer
autores, compartir poemas en los que los versos encuentran en la lectura
privada o compartida en voz alta, su propio devenir sin necesidad de recurrir a
la rima, ofreciendo esa sonoridad una vez que el tono -“una química, una densidad que permea las
palabras, un aire, una atmósfera: un vapor o un fluido (Genovese)- se encuentra con el ritmo que lo contiene.
Construir sentidos en torno de una mesa de libros, proponer la lectura de poesías para generar
una antología personal o una antología para regalar a otra escuela; grabar poesía, armar revistas virtuales de
circulación interescolar recurriendo a la enorme potencialidad tecnológica que
los niños manejan,l eer poesía para escribir poesía, escribir solo o con los
demás en una configuración didáctica pensada para que el tiempo y el espacio
poéticos fluyan, son algunos de los modos de hacer a los niños partícipes, con
nuestra mirada, con nuestros silencios.
Ahora es el
momento de nuestra búsqueda. Nuestro mayor desafío será romper lo cristalizado,
pensar la poesía, pensarle un escenario para que transcurra, para que no deje
de ser -aún con la dimensión didáctica- “un nudo contenido o una hebra
ondulante que barre y atrae sentidos” (Genovese).
¿Qué elegir y cómo abordarlo?
Con esta
pregunta pretendemos apenas un acercamiento que no será exhaustivo, pero
sabemos que debemos formularlas porque siempre nos están rondando.
Su respuesta:
sugerencias, revisiones, nuevos autores y consultas, tienen la posibilidad de
ir movilizando estanterías bien diversas. Para ello, la lectura bibliográfica
permite la revisión y abre caminos no habitualmente transitados para pensar el
género en relación con el lector infantil y con la poesía.
Laura Devetach
viene abriendo ese surco, viene orillando desde hace tiempo, sólo hace falta
acercarse a Canción y pico, La
hormiga que canta -entre otras dentro de su vasta obra- para ver de qué
hablamos; o bien Jorge Luján con sus Palabras
manzana, Ser y Parecer, Con el sol en los ojos, Oh los colores, entre su amplia
producción. También inscripta en este espacio la obra de María Teresa
Andruetto, Agua/Cero Eduardo Abel Jiménez, con Como agua, y el
vecino uruguayo Germán Machado, con Ver llover.
En el ámbito de
habla hispana, editoriales nacionales como Del Eclipse, Calibroscopio,
Ruedamares y Comunicarte, o españolas como Kalandraka y El jinete Azul,
apuestan a una serie poética imperdible.
Una vez hecha
la selección, la dificultad mayor es no hacer lo casi naturalizado.
Es interesante
pensar en diversas posibilidades como podría ser una mesa de libros y la
apertura de un espacio de intercambio luego de la lectura solitaria o compartida,
es decir, la idea de una práctica de lectura permanente, habitual o cotidiana
que tengan al docente como lector inicial y luego otros lectores
institucionalizados o no; pensar en las estructuras didácticas, en las
modalidades organizativas de secuencias didácticas y proyectos.
Resulta
imprescindible inaugurar las discusiones en torno de la poesía para niños o
desde los niños, en esa zona de cruces que los tiene como protagonistas, zona
siempre indómita que se transforma en
una búsqueda, zona también de incertidumbre de la que Larrosa nos alerta y a la
que nos invita a sostener.
En este
lenguaje que es de todos, se debe instalar la búsqueda y encontrar no sólo una
voz en el poema, sino la tonalidad en lo cotidiano que ya no sirve sólo para
designar las cosas inmediatas sino una voz del lenguaje, voz en ese lenguaje,
ese ser en el lenguaje para una poesía que “resiste el achatamiento de la
percepción, la rutina de ver lo mismo (…) como reacción frente a todo tipo de
percepción automatizada” (Genovese). En este lenguaje que es de todos, existen
poetas que configuran eso tan inasible llamado infancia, se atreven en la
apuesta a una poesía que usa el lenguaje cotidiano, creen también en el verso
libre, encuentran la música sin la rima, ofrecen los temas que fueron
impensados, quebrando muchas veces nuestra naturalizada espera: editores se
animan, docentes desafían, lectores en las aulas y en las salas, gozan.
Un espacio
fundante e inaugural anhelamos para los niños en las aulas, cada vez que leen un poema.
Bibliografía recomendada
Andruetto,
M. Teresa (2010). “Libertad condicional”. En El verso libre, Javier
Adúriz y otros. Bs As: Ediciones del Dock.
Bajour,
Cecilia (2013) Nadar en aguas inquietas: una aproximación a la poesía infantil de hoy.
En Imaginaria. Revista virtual n°332.
Genovese,
Alicia. (2012) Leer poesía. Lo leve, lo
leve, lo opaco. Bs As: FCE.
Gruss,
Luis (2010). El silencio. Bs As:
Capital Intelectual
larrosa,
Jorge (2000) “El enigma de la infancia o lo que va de lo imposible a lo verdadero”.
En Pedagogía profana. Estudios sobre lenguaje, subjetividad y
formación. Buenos Aires. Novedades Educativas.
petit, Michel (2012). “La
literatura, parte integrante del arte de habitar” en: Colomer, Teresa;
Fittipaldi, Martina. La literatura que
acoge: inmigración y lectura de álbumes. Venezuela: Parapara clave.
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