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lunes, 24 de marzo de 2014

ARTICULO: Una exploración en torno a los debates sobre la alfabetización en el nivel inicial. Encuentros y desencuentros con la cultura letrada

Lic. Prof. Rosana Elizabeth Ponce
    (Prof. Asociada de la Universidad nacional de Moreno 
- Jefa de Trabajo Prácticos de la Universidad Nacional de Luján).

En este artículo nos proponemos explorar algunos de los debates y concepciones sobre alfabetización y cultura letrada que circularon en torno a la función educativa, pedagógica y política del nivel inicial en la Argentina.
Para ello nos situaremos en un punto neurálgico y controvertido: revisar el mandato alfabetizador del sistema educativo y tratar de vislumbrar cuál es el lugar que se habilito desde el Jardín de Infantes  al ingreso de la cultura letrada.


La relación entre cultura letrada y educación inicial deberá ser analizada en tiempo y espacio, puesto que las tensiones, los debates y los alcances constituyen discursos y prácticas de lectura y escritura no solo desde el punto de vista pedagógico y didáctico, sino también desde la complejidad de pensarlas atravesadas por  múltiples variables de índole: política, cultural y socio-económica.
El enfoque de nuestro trabajo será histórico, abriendo de esta manera la posibilidad de poner en relación los marcos políticos y socioculturales con los debates y concepciones sobre alfabetización y cultura letrada que circularon en torno a la función del nivel inicial como parte del sistema educativo.

Algunos conceptos y sus variaciones

En este relato utilizaremos conceptos cargados de significados diversos en un mismo momento histórico, que permiten develar posicionamientos o concepciones que han tenido alguna variabilidad a lo largo de la historia. 
En primer lugar, queremos constar que el concepto de alfabetización que se utilizará recurrentemente a lo largo de este trabajo, se ajusta a lo dicho anteriormente. Trabajar con el concepto de alfabetización,  implica  aceptar su carácter polisémico y  dinámico, por ello resulta necesario precisarlo y dar cuenta de sus alcances  en cada momento histórico. De acuerdo con De Alba podríamos concebir al concepto de alfabetización como un  significante vacío[1]  que es permeable a variaciones de sentido.
Nuestra pretensión es  enfatizar fundamentalmente, el uso del concepto en el terreno de las políticas educativas. “La palabra alfabetización, que parece haberse formulado por primera vez a fines del siglo XIX, se ha generalizado en los tiempos recientes. Su definición no es una cuestión meramente académica, sino que tiene otros alcances: la política afecta a la definición de la alfabetización y, a su vez, la definición afecta a la política. Algunos autores creen que “la definición de alfabetización determina el nivel de involucramiento y, en consecuencia, el nivel de financiamiento de la educación básica” (Venezky y otros, 1990:2)”  (citado por Braslavsky, 2003: 59)
Esta afirmación nos parece muy reveladora, si la ponemos en relación al tema de la obligatoriedad y la lucha del Nivel Inicial  por incluirse en el sistema educativo argentino. A lo largo del tiempo se dio una persistente disputa pregonada desde su propio nombre que en la actualidad aparece postulándose como el primer nivel del sistema educativo.
Ampliando la definición conceptual Kalman (2008)  demuestra que la alfabetización tiene diversas aristas e implicancias y que no puede reducirse al sistema educativo formal. Tampoco puede entenderse solo como el proceso enseñanza y aprendizaje de la lectura y la escritura. La autora afirma que la dimensiones: individual e instrumental de la alfabetización no bastan para definir el concepto. Menciona que, en experiencias por fuera del sistema educativo formal, la alfabetización es resignificada como una noción más compleja, que incorpora la dimensión social y  hasta crítica /emancipadora (como la ejemplo pedagogía de Freire) .Sin embargo, advierte Kalman, en varios documentos de América Latina, el concepto de alfabetización aún conserva lineamientos de la UNESCO de décadas pasadas, mientras que en las producciones académicas y experienciales han sido revisados y reformulados.
Al abordar  el concepto de  alfabetización desde una perspectiva más amplia, resulta pertinente disponer del concepto “cultura escrita”, que abarca otras lenguas, que no son alfabéticas. Si bien, también ocurre que, respecto a cultura escrita o cultura letrada, pueden hallarse definiciones y concepciones diversas, hay aspectos que será preciso poner de relieve.
Recuperando el corpus bibliográfico sobre la temática, vale destacar el aporte de Street (1984) quien define a la cultura escrita como una práctica social situada (superando las perspectivas de alcance individual e instrumental). En este sentido, propone enunciar la pluralidad de las “culturas escritas” porque  son complejas y están atravesadas por variables históricas, culturales y sociales, que podrían concebirse en términos de construcciones hegemónicas y contra-hegemónicas.
Profundizando en algunas de estas cuestiones, desde una perspectiva crítica sobre las prácticas del lenguaje, situado y contextualizado, destacamos la síntesis que realiza la investigadora Kalman. No basta con quedarse en el  análisis de las fuerzas políticas e históricas que determinan los parámetros de la (s) cultura /s) escritas, hay que incorporar la relación que se da entre “los mundos figurados” y los “artefactos culturales”[2]. En otras palabras, podremos pensarlas como las cosmovisiones de matrices ideológicas y la materialidad por donde también circulan las mismas.                              
De acuerdo con Kalman “Un análisis de la cultura escrita como práctica requiere del entendimiento de los enlaces y mediaciones que podemos observar directamente y sus conexiones con esfera sociales, culturales, económicas e históricas más amplias.” (2008: 117) Por otro lado, la incorporación del concepto de “capital cultural” de Bourdieu, dio lugar a revisar el aspecto  de cambio individual o social que promovería el acceso a la cultura letrada (…)  “Los investigadores señalan que el cambio social e individual por medio de la cultura escrita y la educación formal depende de la intersección de la lectura y la escritura con otras formas de conocimiento cultural, social y económico y relaciones sociales, y no del resultado de una relación directa entre leer y escribir y la movilidad social”  (Kalman: 117)
Por último, queda explicitar de qué modo aportan estos conceptos y concepciones a nuestro estudio. Vislumbramos que,  desde estos marcos teóricos, que convocan a indagar en la contextualización, en la materialidad, en la ideología y las imbricaciones objetivas y subjetivas será posible un abordaje desde la perspectiva de la historia cultural, que habilite espacios para entrever  la complejidad de las prácticas de lectura y escritura.

¿El  Jardín de Infantes fue una puerta de acceso a la cultura escrita?

Analizando los orígenes del Jardín de Infantes en la Argentina ( fines del siglo XIX), puede observarse como se fue configurado, desde el mandato fundante, una relación ambigua, tensa, de acercamientos y alejamientos respecto a la cultura escrita.
Evidenciamos que desde sus inicios el Jardín de Infantes demostró un modo particular de vincularse con la cultura letrada, utilizando a la literatura como puente para propiciar algún modo de acercamiento a ella por parte de los niños. La práctica de la lectura  y narración de cuentos y poesías ocupaba un sitio importante en la rutina cotidiana del Jardín de Infantes. Era la maestra quien encarnaba el rol de mediadora entre los niños y los artefactos culturales. Estas actividades que hoy podríamos entender como prácticas del lenguaje pertinentes con una concepción de alfabetización amplia, no eran consideradas como tales por  aquel entonces.
No obstante, los discursos político-pedagógicos decimonónicos, bregaron por la conformación de un sistema educativo cuya  meta principal  era alcanzar  una  masiva escolarización de los niños a partir de los 7 años de edad, mediante el  ingreso a la escuela primaria.  Las concepciones sobre la infancia afines con  el pensamiento filosófico positivista, coincidían en  plantear  que la educación para los niños de 0 a 6 debían darse en dentro del ámbito de lo domestico. Por tanto se discutía si  el Jardín de Infantes  entraba dentro del dominio de lo público. Bajo tales supuestos la instrucción de los niños pequeños, era considerada desatinada.
Cabe agregar que, la noción instrucción estaba estrechamente ligada a una concepción de alfabetización muy rudimentaria, basada  en métodos  de enseñanza alfabéticos, silábicos, fónicos o combinados, que apuntaban a la decodificación, postergando la comprensión lectora. En este esquema el Jardín de Infantes, parecía no tener nada que ofrecer, era concebido (por muchos de sus detractores provenientes del normalismo)  como una institución “infantil/infantilizada”, poco comprendida, y costosa.
El Jardín de Infantes fue una institución que intento capturar el tiempo de infancia inscribiéndose en la tendencia del siglo XIX -afianzada en el siglo XX-  de propiciar formas  institucionalizadas para educar a la infancia. Fue concebido como un espacio escolar nuevo, un lugar de refugio, de cuidado, un territorio para el crecimiento y florecimiento de una novedosa experiencia infantil.  En la búsqueda por instalar nuevas formas de socialización y mejorar la educación, la intervención educativa institucionalizada se adelanta, adquiriendo rasgos distintivos y singulares.
Si bien la formación de las docentes de Jardín de Infantes, entroncaba con la formación de los maestros normales, había cuestiones sustanciales que marcaban los territorios de acción.
Hasta mediados del siglo XX, ese mundo infantil creado o re-creado en el espacio del Jardín de Infantes, no supo de deletreos, pero si tendió lazos con la cultura escrita a través de la literatura.
Recuperando  la metáfora “corral de la infancia” que nos ofrece Graciela Montes (2001) para pensar en la literatura y en la niñez, como un espacio de protección y de captura de la niñez., podemos decir que en este encuentro adulto/niños hay una relación de dominio y de colonización, “mundos  figurados”, mediatizados por artefactos culturales. Sin duda, es inherente, comprender la infantilización como un proceso que dirigen los adultos, quienes construyen un lenguaje, una estética de la vida cotidiana, unos valores, etc. Ese “mundo infantil”, construido desde la mirada adulta va desde el disciplinamiento hasta el cuidado.
En esta línea podemos coincidir con Graciela Montes, quien advierte que si bien el adulto otorga el lenguaje y al hacerlo “coloniza” al niño, los modos de apropiación de  los niños no son fáciles de encauzar. “En los primeros años es imposible concebir el lenguaje como una convención entre humanos, el lenguaje es algo que nos sucede.  Algo concreto e intensamente histórico que lleva incorporado el tiempo, el acontecer personal, la propia vida”. (Montes, 2001: 55)
El lenguaje adulto, el legitimado en la escuela, en cambio esta deshistorizado y le  propone al niño despojarse de sus experiencias vitales. Es interesante pensar en el planteo de la mencionada autora, porque nos interpela en tanto adultos responsables de cuidar y proteger las infancias suscitando  algunos interrogantes en torno al anclaje crítico de las prácticas de lenguaje.
 A modo de cierre provisorio, podríamos decir que la concepción moderna de infancia, que supone la sujeción del niño, predominó durante  las primeras etapas de la educación inicial en la Argentina hasta la década del 60. No tendremos posibilidad de ahondar aquí en las diferencias, pero sí podremos decir que, en algún sentido, el corral de infancia de los primeros tiempos del Jardín de Infantes, fue permeable a discusiones en torno
 La experiencia del peronismo en la Argentina,  hacia  mediados del siglo XX, puede verse como bisagra en términos de expansión de políticas públicas dirigidas a la infancia que, en buena medida, facilitaron  accesos a bienes materiales y simbólicos, sin embargo, los cambios conceptuales hicieron eclosión en los años 60 y 70. En estas décadas, se registran varios cambios: culturales, políticos y socio-económicos,  dando un viraje en cuanto a  debates  y prácticas de cultura escrita que posicionan  y re-posicionan viejas y nuevas tendencias pedagógicas.

Debates en torno al acceso a la cultura letrada en el Jardín de Infantes

A partir de la década del 60, pese a que el Jardín de Infantes sigue siendo optativo, se denota crecimiento matricular impulsando el despliegue de la gestión privada por la falta de cobertura del Estado  Por otro lado, los cambios e innovaciones pedagógicas de esta década, marcan un giro de 180º  respecto al trabajo pedagógico  en  las salas de jardín. La pedagogía infantil más tradicional representada por Froebel y Montessori, fue renovada por la de  juego-trabajo. Esta innovación reconceptualizó la noción de juego y lo convirtió en el momento central de la actividad del niño en el jardín de infantes.  Esta innovación fue, sin duda, disruptiva, porque altero el orden de la sala, colocando a  niños y docente en nuevos lugares .Estos cambios alejaron más al Jardín de Infantes de la escuela primaria, las diferencias en el formato escolar se acentuaron con estas innovaciones. En estos momentos se tornó recurrente pensar en la transición a la escolaridad primaria desde un concepto de “pasaje” devenido luego en “articulación”.
La gran premisa de los años 60 y 70 fue el movimiento intelectual, cultural y político. En tal sentido, se vislumbró un acercamiento entre educación y psicología. La psicologización de lo educativo no era exclusiva del Jardín de Infantes, los aportes de autores como Piaget,  Erikson, Spitz, Gesell, Wallon tuvieron fuerte repercusión en textos, circulares y lineamientos pedagógicos de la época. También llegaron aportes del psicoanálisis con Freud y Winnicott.
Por otro lado, en ámbitos académicos estas décadas también parecen  fructíferas. En torno a las culturas escritas, surgen debates, no solamente producidos desde el giro lingüístico, sino también desde análisis interdisciplinarios que dieron origen a la corriente historiográfica de la historia cultural.

Tensiones respecto a la incorporación de la cultura escrita en el Jardín de Infantes: ¿Aprestamiento o articulación?

Durante los años 70 y 80, puede vislumbrarse a tráves del análisis de documentos curriculares y diversas fuentes referidas, algunas tensiones y debates respecto a la definición de funciones educativas propias del nivel inicial y las preparatorias para la escolaridad primaria.
En primera instancia, podemos señalar que en los años 70, se pone en marcha una modificación en la estructura de la escuela primaria, desaparece el 1º grado inferior (cuya finalidad era de aprestamiento para la posterior enseñanza de la lectura, escritura y cálculo).
Esta modificación, conllevaría a que la enseñanza de la lectura y la escritura, se realizase en 1º y 2º grado en sus aspectos más instrumentales y que recién en 3º grado la lengua escrita adquiera su carácter más expresivo.
Dentro de este esquema, más o menos conformado, se difundían algunos supuestos irrigados por  algunos conocimientos provenientes del campo de la psicología y la psicopedagogía acerca del desarrollo y la madurez del niño para el aprendizaje de la lengua escrita.
Los documentos oficiales para el Preescolar (sala de 5 años) y para el Primario, aluden frecuentemente a la necesidad de propiciar un periodo de aprestamiento antes de la enseñanza de directa de la escritura. El Consejo Nacional de Educación, establece lineamientos y orientaciones para los maestros de preescolar y primaria. El énfasis, estaría puesto en lograr que los maestros le dediquen un tiempo considerable a las actividades de “aprestamiento”.
En Argentina las nociones de “aprestamiento” y “madurez” tuvieron auge en las décadas del 70 y del 80,  reconociendo continuidades posteriores en ciertas prácticas pedagógicas. En esos años se produjo la conformación de una “didáctica del desarrollo” basadas en la psicología evolutiva y en la psicopedagogía.
Desde ese marco teórico, se consideraba que el desarrollo y la madurez eran determinantes para el aprendizaje de la lectura y la escritura, frente a la inmadurez del niño, el maestro solo debía limitarse a proponer la ejercitación  de un conjunto de funciones psicomotrices, vinculadas directa e indirectamente, con la lectura y escritura. “El aprestamiento comprendió, en su origen, ejercicios de motricidad y memoria. Sucesivamente se fueron integrando los ejercicios preceptúales, los de organización espacial y temporal, y los de psicomotricidad” (Braslavsky, 2003:113)
Estas ideas circularon en documentos oficiales y textos de notable presencia en los planes de formación docente. Comienza a hallarse en Diseños Curriculares y documentos oficiales,  ciertos ejercicios de pre-aprendizaje a modo de adiestramiento o aprestamiento. Si bien se consideraba que el niño antes de los 6 o 7 años, era inmaduro para aprender a leer y escribir, se pensaba que la preparación y la ejercitación sistemática, auxiliaría en el tiempo futuro al niño en el manejo de su motricidad fina. Con tales ejercicios se trataba de preparar la mano del niño y de familiarizarlo con el uso del cuaderno. En concomitancia, con estas actividades, se da un auge en la industria editorial de la edición y publicación de libros o cuadernillos de aprestamiento. Las revistas y publicaciones de la época, tales como “Enciclopedia Didáctica”, “La Obra”, también parecen seguir los lineamientos del Consejo Nacional de Educación y de los primeros Diseños Curriculares para los Niveles Primario y Preescolar, adoptando sugerencias de ejercitaciones para el desarrollo de la madurez intelectual y socio-afectiva.
En la década del 80, luego de la apertura democrática, volverá a anclar en el país Emilia Ferreira través de sus investigaciones sobre la psicogenesis de la lecto-escritura. Cabe destacar que la renovación del debate académico y pedagógico propulsado por estos trabajos en torno a las practicas del lenguaje escrito y oral, también tuvo su correlato en las practicas dentro y fuera del sistema educativo. Lamentablemente, debemos cerrar esta breve ponencia, sin poder adentrarnos en la temática, seguramente avanzaremos sobre esto en próximos trabajos.

A modo de cierre

En la actualidad y en la mayoría de los casos, los niños, de diversos grupos y clases sociales se encuentran con el mundo letrado, antes de ingresar al Jardín de Infantes. Pero si no existe cerca de ellos otro sujeto, un referente letrado,  que pueda convertir ese “contacto” en “experiencia”, es probable que se pierdan los sentidos más potentes de las prácticas de lectura y escritura: la comunicación, el diálogo, la poética.
Sabemos que la lectura y la escritura son prácticas sociales y culturales complejas,  que abren puertas, construyen, re-construyen horizontes, “modos de interpretar y ver el mundo”.  También son prácticas políticas porque incluyen, porque igualan horizontes, que pueden contrarrestar las desigualdades en los usos y accesos. Sin duda, no hay abordaje posible de estos temas que puedan excluir la “lectura” política, porque los accesos al mundo letrado, son puertas o ventanas de inclusión social
El ligero recorrido que compartimos, sobre los debates y las prácticas de cultura escrita en los jardines de infantes, por momentos se tornó circular, dando cuenta esto de las cuestiones que continúan sin definirse al respecto.

BIBLIOGRAFIA

BRASLAVSKY, Berta (2003) ¿Primeras letras o primeras lecturas? Una introducción a la Alfabetización Temprana. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
BRITO, Andrea (2010): Lectura, escritura y educación. HomoSapiens ediciones, Rosario
CARLI, Sandra (1997): “Infancia, psicoanálisis y crisis de generaciones. Una exploración de las nuevas formas del debate en educación". En PUIGGROS, A. (direc) Dictaduras y utopías en la historia reciente de la educación argentina. 1955-1983. Tomo 8 de Historia de la Educación en Argentina. Galerna, Bs. As.
DE ALBA, Alicia (2007), Currículo-sociedad. El peso de la incertidumbre, la fuerza de la imaginación. UNAM-IiSUE. México, D.F;  Plaza y Valdez Editores.
FERREIRO, Emilia (1999): Cultura escrita y educación. Ed. Fondo de Cultura Económica, México.
KALMAN, Judith (2008) “Discusiones conceptuales en el campo de la cultura escrita.” En Rev Iberoamericana de Educación n°46
MONTES, Graciela (2001): El corral de la infancia. Ed Fondo de Cultura Económica. Bs As.
PONCE, Rosana “El Jardín de Infantes y el acceso escolarizado a la cultura letrada. La configuración de una relación signada por tensiones.” Ponencia en las XVI Jornadas Argentinas de Historia de la Educación.: Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER, Paraná, 25 de noviembre de 2010.





[1] “Los significantes vacíos son importantes en la conformación de todo sistema de significación, ya que se encargan de articular los elementos equivalentes y en ese sentido de “cancelar” las diferencias. Lo cierto es que un sistema está conformado por elementos equivalenciales que conservan su identidad diferencial. Es básico que se forme una cadena equivalencial para que se constituya un sistema, una totalidad; una configuración significativa; un proyecto político, cultural o educativo; un contorno social.” (De Alba; 2007: 46)
[2]  “Los mundos figurados, invocan, animan, contestan y decretan mediante artefactos, actividades e identidades en la práctica por medio del uso de artefactos culturales (…) Estos objetos se construyen como parte de, y en relación con actividades reconocidas. Los artefactos significativos para el mundo de la cultura escrita pueden incluir pizarrones o libros de textos (en el aula), escalas para evaluar la lectura, letreros en las calles, o ceremonias de firmas (en el espacio público). Estos artefactos “abren” mundos figurados; son el medio a través del cual se evocan los mundos figurados, crecen en lo individual y se desarrollan colectivamente.”  (citado en Street, 2008, pp. 7-8)

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