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jueves, 3 de octubre de 2013

Artículo: Medios de comunicación y nuevas tecnologías en las Escuelas de Educación Primaria

                                                                                          Esp. Lic. Miriam Persiani de Santamarina
                                                                                            ETR Generalista de Primaria

Desde hace mucho tiempo se viene hablando de la crisis existente entre la escuela primaria y la tecnología; o más precisamente entre las prácticas educativas y las herramientas tecnológicas.
A mi entender, tal crisis no se vive como tal, dado que no se instala un conflicto con el fin de ser resuelto y que de esta manera se produzca un nuevo aprendizaje (conflicto cognitivo de los docentes que deberían analizar la relación que se establece en las escuelas con dichas herramientas tecnológicas).



Sin embargo, lo que existe es una permanente confrontación entre las prácticas de lectura y escritura tradicionales y el uso de medios tecnológicos, que hasta parecen convertirse en enemigos acérrimos  dispuestos a librar batallas dentro y fuera de las escuelas.
Desde las instituciones educativas se pone en tela de juicio el modo en que los niños se vinculan con los medios. Mientras que estos últimos “atacan” a la escuela mostrándola como un lugar donde los estudiantes se aburren y se les aniquilaría el deseo.
Desde esta perspectiva, los medios ganarían la primera contienda, porque ante este desencanto los chicos buscan en otros ámbitos la manera de disfrutar de experiencias de aprendizaje placenteras. Así, se produce una brecha casi inalcanzable entre los saberes- selectivos transmitidos y enseñados por los docentes, y los saberes-mosaico que sobre todas las asignaturas circulan fuera de la escuela y que son aprendidos a través de internet, de la televisión e inclusive del teléfono celular.
Cuando desde la escuela se trata de tener una conciliación, se planifican situaciones didácticas que requieren del uso de tecnologías digitales de reproducción y/o archivo; pero como elementos aislados, de uso ocasional e incorporados de manera extraordinaria, o bien convirtiéndolos en objeto de estudio, tal como ocurre con la asignatura Tecnología de la Información y la Comunicación en la escuela secundaria.
De esta manera parecería más bien, que se trata de cumplir con un requisito formal de actualización en alfabetización tecnológica, pero que resulta ficticia y que a su vez, suele complementarse con una actividad en la que se termina utilizando lápiz y papel para plasmar las ideas principales por escrito (que quede algo escrito en el cuaderno o la carpeta).
Utilizar en una clase un video para ver una película y realizar un debate y responder luego un cuestionario; o pedir a los niños que traigan como tarea información bajada de Internet, no significa que se estén poniendo en práctica nuevas maneras de leer y de escribir.
Tampoco se trata de trabajar en una clase analizando las características de un programa televisivo, simular un programa radial o enseñar qué es un hipertexto; la tecnología no puede remitirse meramente a la novedad de algunos aparatos sino a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras  en los cuáles se van integrando distintos saberes no como la suma de las partes sino como nuevas experiencias que se organizan coherentemente para lograr propósitos didácticos y comunicativos con nuevas miradas.
A simple vista lo que uno podría cuestionarse es porqué no se aplican nuevas técnicas de enseñanza y de aprendizaje como experiencias habituales; utilizándose los recursos tecnológicos al servicio de la práctica educativa.
Para poder dilucidar esta incógnita, habría que saber qué conocen los maestros  acerca de estas prácticas y poder reconocer la identidad profesional de los maestros en torno de sus propias experiencias de lectura y de escritura desde el rol docente;  identificándose con sus colegas a través del guardapolvo, la tiza, el lápiz y no así con la computadora, por ejemplo.
De algún modo esto implicaría poder apropiarse de un nuevo recurso generando otro  paradigma  de la práctica docente; que podría trascender novedosamente de la escritura y lectura de libros, a la lectura y escritura de medios, como se logró avanzar en otro tiempo, de la oralidad a la escritura. Pero, del mismo modo en que la oralidad como macrohabilidad del lenguaje, se integra con el resto de las mismas (escuchar, leer y escribir), el libro se complementaría con el resto de los medios o recursos tecnológicos.
 Se debería poder hacer una autopsia a la modernidad tecnológica poniendo en crisis lo que se ha tomado por natural e incluso por obligatorio no descartándose lo que hasta ahora podría venir funcionando, sino más bien optimizando la práctica cotidiana, aggiornándola a un modelo social que privilegia el consumo de medios tecnológicos.
Sin embargo, es imprescindible que se  genere el debate aún inexistente acerca de la relación y/o el vínculo que se debe establecer con las nuevas tecnologías en cada institución en particular.
En la discusión se deberá poner de manifiesto que los medios lejos de ser rivales, han logrado instaurar a través de Internet y de los mensajes de texto de los teléfonos celulares, la escritura en la sociedad. También se tendrá que comprender que la cultura electrónica para poder sobrevivir y no ser un mero pasatiempo necesita de la escuela como nunca necesitó de ella la cultura audiovisual; requiriéndose así, de maestros que sean teóricos de la lectura y a la vez alfabetizadores digitales.
Desde este lugar, los docentes podrán hacerle frente a periodistas, cantantes, estrellas de cine y de televisión, asumiendo que el conocimiento es más que información y que la cultura como memoria del significado es más que la actualidad como presente amnésico ; por eso la escuela no debe perder de vista cuál es su función, reconquistando su lugar de poder con la revalorización de las prácticas educativas, debiendo jerarquizar sus propósitos pedagógicos.
Por último, me parece oportuno mencionar la definición de educación enunciada por Hannah Arendt proponiéndola como “disparadora” para comenzar a reflexionar sobre este tema:
“La educación es el punto en el que decidimos si amamos al mundo lo suficiente como para asumir una responsabilidad por él, y de esa manera salvarlo de la ruina inevitable que sobrevendría si no apareciera lo nuevo, lo joven. Y la educación también es donde decidimos si amamos a nuestros niños lo suficiente como para no expulsarlos de nuestro mundo y dejarlos librados a sus propios recursos, ni robarles de las manos la posibilidad de llevar a cabo algo nuevo, algo que nosotros no previmos; si los amamos lo suficiente para prepararlos por adelantado para la tarea de renovar un mundo común”.

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