Miriam Persiani de Santamarina
Trabajar en-con proyectos implica una total redefinición de los
esquemas organizativos de la escuela.
Esto modificará la esencia de las funciones de los directivos
escolares y plantea nuevos interrogantes: ¿Por qué fracasa el actual modelo de
organización escolar? ¿Qué espera la sociedad de la escuela y de su gestión?
¿Cuáles son las tareas fundamentales de una escuela y de su gestión? ¿Qué
nuevas funciones necesita la escuela de sus directivos? ¿Cuáles son las nuevas
competencias y saberes que requiere una renovada dirección escolar, frente a un
Diseño Curricular prescriptivo?
Hasta ahora, el sistema educativo se organizaba alrededor del aula
en la que el docente desempeñaba las tareas pedagógicas fundamentales de la
educación formal. Esta modalidad de aula, solitaria y aislada, se completaba y
relacionaba con una administración central que a través de circulares y
reglamentaciones impartía órdenes a todo el territorio provincial. Mientras
tanto, a directivos y supervisores se les asignaban roles para administrar y
controlar el cumplimiento de las disposiciones, objetivos y diseños de la
administración central.
La fuerte evidencia acumulada del fracaso de este modelo
organizativo lo está llevando a su agotamiento, dado que promueve escasos
niveles de trabajo en equipo y muestra una participación casi nula de los
equipos directivos en los procesos de enseñanza y de aprendizaje.
La función de asesor de los procesos mencionados, coloca a los
equipos directivos en un lugar de privilegio en la institución escolar, dado
que les brinda la posibilidad de transformar de manera directa e inmediata
aquellos signos de advertencia de una posible dificultad (de enseñanza o de aprendizaje).
Acercar al directivo al terreno de lo pedagógico, implica que en el
marco de lo legal, tendrá que involucrarse activamente en los procesos de
planificación y de evaluación, en la observación de clases, en facilitar tiempos y espacios para
la conformación de parejas pedagógicas y/o equipos de trabajo; como parte del proyecto institucional.
El rol de asesor, requerirá entonces de una capacitación constante,
de la búsqueda de bibliografía actualizada para poder difundir e incorporar a
su propia práctica y de un gran sentido de compromiso y de responsabilidad para
intervenir ante situaciones en que las propuestas pedagógicas sean contrarias o
difieran de las prescriptas por la normativa vigente.
En síntesis, después de un largo tiempo de letargo, la escuela tiene
posibilidades de cambiar y de recuperar conscientemente un proyecto con la
capacidad para recrear una cultura significativa que forme para la
participación ciudadana y la eficacia productiva-económica.
Aceptar este protagonismo, representará seguramente un verdadero
desafío, que nos obliga a trabajar de
manera mancomunada por “el medio del camino”.
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